/>
EL AUTOR ABORDA UNO DE LOS TEMAS MÃS ESPINOSOS QUE CONCIERNEN A LA EDUCACIÓN, EL ENCIERRO PERPETUADO POR LA OBLIGATORIEDAD. “TODAS LAS ESCUELAS CONOCIDAS Y CONCEBIBLES ACEPTAN ESTE HORROR DEL ENCIERRO, ESTA MISERIA DE LA ASISTENCIA OBLIGADA.â€
1) “Para educar, es preciso encerrarâ€: he aquà la justificación más zafia de la Escuela y uno de los dogmas fundacionales de la PedagogÃa. Legitimado el encierro, los pedagogos podÃan definir su tarea: “amueblarloâ€, “amenizarloâ€, hasta “camuflarloâ€â€¦
Pero la falsÃa es evidente: entre “educación†y “escolarización†hay una relación compleja y una asimetrÃa irreparable, que desautoriza toda pretensión de identificación. No, no se encierra para educar. Se encierra para otras cosas y se educa de muchos otros modos.
La educación pasa, ocurre, acontece. Ni siquiera es “deconstruÃbleâ€, cabrÃa sostener en jerga de Derrida. Asà como no podemos “desmontar†la Justicia, y sà el Derecho, se nos escapa la Educación pero no la Escuela. La Educación está siempre y en todas partes. Ya se la conceptúe como “moralización de las costumbresâ€, como “socializaciónâ€, como “transmisión cultural†o como “proceso de subjetivizaciónâ€, la Educación no cesa y nunca falta. Y tenemos “educadores naturalesâ€, como los padres; “educadores electivosâ€, como esos amigos que estimamos y escuchamos con especial atención; “educadores fortuitosâ€, como aquellas personas con las que chocamos y nos marcan duraderamente,… Y se ha conocido la “educación comunitariaâ€, como la tradicional gitana, como la que distinguÃa a las comunidades indÃgenas sudamericanas, como la que fructificó, antes de la llegada de los occidentales, en Ãfrica Negra… Y existe la “auto-educaciónâ€, que opera a cada rato, cada vez que miramos, escuchamos, leemos… sin directores. En este vasto campo, dándose la Educación, no aparece la Escuela…
Â
2) Hay, además, otro tipo de educador, otra figura educativa, una figura entre muchas y un tipo entre tantos: el “profesorâ€â€¦
¿Qué es un profesor? Es verdad que se trata de un “educadorâ€. Pero concurre una circunstancia que lo particulariza y que lo desvela, ostenta un rango exclusivo… Nos encontramos ante un educador mercenario.
“Mercenario†en la doble acepción del término, polÃtica y económica. En lo polÃtico, se halla inscrito en la cadena de la autoridad, aparece tal un eslabón en el engranaje del despotismo. Su lema, en palabras de Julio Cortázar, serÃa este: “mandar para obedecer, obedecer para mandarâ€. En lo económico, porque, como recordó Steiner, proclama consagrarse a la Causa Buena, a la Causa Noble, a la Causa Justa de la Humanidad y, a continuación, pasa factura.
El “educador mercenarioâ€, agente meretricio, se “desata†en la Escuela. Trabaja, pues, para la escolarización, en y por el “confinamiento educativoâ€.
Â
3) La Escuela (pública, moderna) surge en el siglo XIX para resolver un problema de orden público, para amoldar el material humano a las exigencias de la producción (la fábrica) y de la polÃtica (la democracia). Reforma moral de la población, tendente a forjar “buenos obreros†y “buenos ciudadanosâ€: ese fue su objeto. A partir de entonces, se abre una fisura descomunal, un hiato mayúsculo, en la historia de la transmisión del saber y de los procedimientos socializadores: se decreta la reclusión forzosa de la niñez y de la juventud, su confinamiento “educativoâ€. Desde esa hora y hasta hoy mismo, el “estudiante†se define como un prisionero a tiempo parcial.
Pero a la infancia no se la enclaustró, sin más, para “educarlaâ€. Se la encerró y se la encierra para otras cosas…
La Escuela “sirve†para combatir y neutralizar las restantes esferas de transmisión cultural, las vÃas alternativas de socialización de los saberes, como apuntó A. Querrien -esferas y vÃas menos permeables a los proyectos polÃtico-ideológicos de la institucionalidad, a las proclividades adoctrinadoras del Estado. Como anti-calle, y para un mayor control de la subjetividad, la Escuela aspira a la hegemonÃa educativa.
La Escuela secuestra también para conferir a la “actuación pedagógica sobre la conciencia†la duración y la intensidad que requiere a fin de constituir hábitos y estructuras de carácter asimilados, y asà lo denunció Bourdieu.
Y vale la Escuela, añadió Donzelot, para que la población “interiorice†la preeminencia del Estado, organización que impone el rapto temporal de la juventud y fuerza a los padres a cooperar en tal captura y en tal retención.
He aquà los propósitos prioritarios de la encarcelación intermitente…
Â
4) Todas las escuelas conocidas y concebibles aceptan este horror del encierro, esta miseria de la asistencia obligada. Da igual que se prediquen “cristianas†o “libertariasâ€â€¦
 Las consecuencias sobre la psicologÃa infantil de esa consentida clausura nunca serán analizadas con rigor desde los ámbitos académicos, pues manda la legitimación de la Escuela y para ella trabajan nuestros psicólogos, nuestros psiquiatras y nuestros pedagogos.
“Apuntes de la casa muertaâ€, de Dostoievsky, obra que en ocasiones se tituló asimismo “El sepulcro de los vivosâ€, arroja perspectivas más esclarecedoras a propósito de las formas de mentalidad colectiva y del haz de posiciones individuales de subjetividad que engendra todo dispositivo de encierro y toda ingenierÃa carcelaria. Un ejemplo: los daños, sobre la sensibilidad y sobre el comportamiento, de la privación de soledad, de la imposibilidad de estar a solas, centrado en uno, a salvo de la mirada ajena y de las pesquisas de los otros, privación que se daba en los presidios de Siberia lo mismo que se da en nuestros centros “educativosâ€.
Â
5) No es fácil hacer el mal a sabiendas. No es sencillo mantener prácticamente “inmovilizadosâ€, o “movilizados†bajo coacción, a un hatajillo de niños-reclusos; hablarles de lo que muy a menudo no les interesa; obligarlos a callar y luego obligarlos a hablar; evaluar su “escuchaâ€, su “memoriaâ€, sus “destrezasâ€; insultarlos desde la impunidad (“insuficienteâ€, “muy deficienteâ€, “suficienteâ€), etc., y regresar después a casa con la conciencia tranquila, el corazón intacto, la vida en paz… Se requerÃa una disciplina que administrara el auto-engaño profesoral; que inoculara, a cada docente, esa dosis de “mentira vital†sin la cual, como apuntó Nietzsche, ningún ser humano puede soportar su jornada. Y apareció la PedagogÃa, para persuadir al profesor de que laboraba en pos de la Causa Suprema del género humano, de que contribuÃa sustantivamente a la mejora de la sociedad, de que ejercÃa tal un vector de Progreso. Apareció, asimismo, para “readaptar†la máquina escolar a las distintas etapas, económicas y polÃticas, del Capitalismo; para “reformar†coyunturalmente los métodos, para optimizar las labores “reproductivas†de la Institución.
Toda pedagogÃa se definió, desde entonces, por este lado, como un “artificio para domarâ€, que dirÃa Ferrer Guardia, y, por aquel, como “la bella mentirosaâ€, tÃtulo de una pelÃcula francesa. Justificaba el encierro domesticador y lo modernizaba.